Los huérfanos por femicidio sufren secuelas
de tipo psicológico, familiar y social.
(Foto Prensa Libre)
Aunque el índice de femicidio en Guatemala es uno de los más altos, el problema tiene repercusiones mayores que no terminan con la muerte de una mujer, las “víctimas colaterales”, principalmente los hijos, siguen sufriendo las consecuencias emocionales, económicas y sociales que conllevan la pérdida de la madre.
La experiencia de la Fundación Sobrevivientes les dice que los niños muchas veces son testigos presenciales de la muerte de su madre, lo que les causa serios síntomas de stress post traumático, depresión y arranques de ira.
“Sólo nosotros estamos atendiendo a un promedio de 250 niños que han quedado huérfanos como consecuencia de femicidio, pero a nivel nacional este problema es grave porque el Estado no tiene ningún programa para atenderlos”, señala Norma Cruz, directora de la Fundación Sobrevivientes.
De los casos de femicidio que la fundación acompaña para que se realice un juicio justo, las madres asesinadas dejan en la orfandad a entre tres y siete hijos.
Giovanna Lemus, de la Red de la No Violencia Contra la Mujer, explica que además del daño emocional, los niños sufren de forma drástica la desintegración familiar, ya que en la mayoría de casos, la madre es el sostén de la familia, y tras su muerte, los niños quedan a cargo de los abuelos maternos, tíos o tías.
El padre, que en muchos casos es el agresor, desaparece o está en la cárcel.
Hasta el pasado agosto se habían reportado al menos 300 casos de femicidio, de los cuales 155 fueron producto de la violencia intrafamiliar, y del total de las muertes de mujeres (443, cifra que incluye los fallecimientos que no tipificados como femicidio) 161 tuvieron como escena del crimen el seno del hogar.
“Los niños han sido testigos de la muerte de su propia madre y ellos no saben cómo interpretar eso” se lamenta Cruz, quien señala que muchos de ellos caen en una profunda depresión que los mantiene en cama durante largos periodos.
Secuelas sociales
El trauma de los infantes es abonado con la estigmatización de que son objeto por parte de la sociedad ya que por lo general, la gente cree que si una mujer muere, fue porque estaba involucrada en alguna actividad ilícita, o porque eran prostitutas o drogadictas, explica Cruz y el rumor se extiende por la escuela a la que asisten los huérfanos, lo cual acrecienta el daño emocional.
Hilda Morales, también de la Red de la No Violencia Contra la Mujer, reclama que no hay ninguna institución del Estado que se haga cargo de este tema y que cada vez se hace más grande el problema, el cual se mantiene invisible. “La inseguridad es responsabilidad del estado y en este caso por la inseguridad los niños y las niñas han quedado huérfanos”, dice Morales.
Alba Trejo, delegada de la Presidencia para el tema del femicidio, asegura que el Gobierno está preocupado por estos niños y está concensuando con los grupos pro derechos de la mujer para ejecutar políticas que contribuyan a disminuir los índices de femicidio y violencia intrafamiliar, y entre los proyectos que promueve su oficina está el de atender a las víctimas colaterales de estos crímenes.
La experiencia de la Fundación Sobrevivientes les dice que los niños muchas veces son testigos presenciales de la muerte de su madre, lo que les causa serios síntomas de stress post traumático, depresión y arranques de ira.
“Sólo nosotros estamos atendiendo a un promedio de 250 niños que han quedado huérfanos como consecuencia de femicidio, pero a nivel nacional este problema es grave porque el Estado no tiene ningún programa para atenderlos”, señala Norma Cruz, directora de la Fundación Sobrevivientes.
De los casos de femicidio que la fundación acompaña para que se realice un juicio justo, las madres asesinadas dejan en la orfandad a entre tres y siete hijos.
Giovanna Lemus, de la Red de la No Violencia Contra la Mujer, explica que además del daño emocional, los niños sufren de forma drástica la desintegración familiar, ya que en la mayoría de casos, la madre es el sostén de la familia, y tras su muerte, los niños quedan a cargo de los abuelos maternos, tíos o tías.
El padre, que en muchos casos es el agresor, desaparece o está en la cárcel.
Hasta el pasado agosto se habían reportado al menos 300 casos de femicidio, de los cuales 155 fueron producto de la violencia intrafamiliar, y del total de las muertes de mujeres (443, cifra que incluye los fallecimientos que no tipificados como femicidio) 161 tuvieron como escena del crimen el seno del hogar.
“Los niños han sido testigos de la muerte de su propia madre y ellos no saben cómo interpretar eso” se lamenta Cruz, quien señala que muchos de ellos caen en una profunda depresión que los mantiene en cama durante largos periodos.
Secuelas sociales
El trauma de los infantes es abonado con la estigmatización de que son objeto por parte de la sociedad ya que por lo general, la gente cree que si una mujer muere, fue porque estaba involucrada en alguna actividad ilícita, o porque eran prostitutas o drogadictas, explica Cruz y el rumor se extiende por la escuela a la que asisten los huérfanos, lo cual acrecienta el daño emocional.
Hilda Morales, también de la Red de la No Violencia Contra la Mujer, reclama que no hay ninguna institución del Estado que se haga cargo de este tema y que cada vez se hace más grande el problema, el cual se mantiene invisible. “La inseguridad es responsabilidad del estado y en este caso por la inseguridad los niños y las niñas han quedado huérfanos”, dice Morales.
Alba Trejo, delegada de la Presidencia para el tema del femicidio, asegura que el Gobierno está preocupado por estos niños y está concensuando con los grupos pro derechos de la mujer para ejecutar políticas que contribuyan a disminuir los índices de femicidio y violencia intrafamiliar, y entre los proyectos que promueve su oficina está el de atender a las víctimas colaterales de estos crímenes.
Publicado por: Prensa Libre 31-10-08
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